Historia de la Torre Bellesguard
Joan Grau i Vallespinós, el obispo que encargó a Antoni Gaudí la obra del Palacio Episcopal de Astorga, dejó dispuesto en su testamento que, a su muerte, sus propiedades fueran vendidas y el importe se dedicara a fundar un colegio.
Gaudí, buen amigo del obispo, sabía que una de las fincas a la venta, situada en el tranquilo barrio barcelonés de Sant Gervasi, albergaba las ruinas de un palacio edificado en 1408 por Martín I el Humano, el último rey de la Corona de Aragón perteneciente a la dinastía de Barcelona. Esta coincidencia fascinó al arquitecto Gaudí, que vio la ocasión de proyectar en la finca un homenaje al esplendor medieval de Cataluña.
Pese a que del palacio gótico apenas quedaba nada aprovechable, la carga simbólica de la finca era una tentación irresistible para el artista. Había sido el mismo rey Martín quien había decidido llamar al lugar Bellesguard (“buena vista” en catalán). Allí tuvo noticia de la muerte de su único hijo y se casó en segundas nupcias con Margarita de Prades con el fin de engendrar un heredero a la corona. No obstante, Martín I murió a los pocos meses, lo que significó la extinción del linaje de la casa de Barcelona y la llegada al trono de Aragón de una dinastía castellana, los Trastámara.
Tal era el interés de Gaudí por realizar este proyecto que actuó de intermediario entre los albaceas del obispo Grau y una interesada, Maria Sagués, viuda de Jaume Figueras, un rico comerciante harinero y un gran admirador de la obra del arquitecto.
Así, entre 1900 y 1909, Gaudí hizo realidad su homenaje a la Cataluña medieval con la Torre Bellesguard, una torre de veraneo para la viuda Figueras que interpreta con gran libertad el gótico civil catalán mediante delicadas metáforas constructivas.
Una casa con aspecto de castillo medieval
En la Torre Bellesguard, Gaudí propone una construcción exenta, de planta cuadrada, con las diagonales orientadas a los puntos cardinales y dos cuerpos adosados que dan ritmo al volumen constructivo: la caja de escalera –rematada por un agudo pináculo– y la galería achaflanada del salón. Gaudí logra que el edificio tenga apariencia gótica aun sin incorporar muchos elementos específicos del estilo, puesto que sus soluciones muestran ya la originalidad propia de su etapa de madurez.
Recursos como alargar exageradamente las ventanas y el remate troncocónico de la torre, o coronar la fachada con almenas, contribuyen a ese goticismo evidente y dan a la Torre Bellesguard una sensación de verticalidad notable, sorprendente para un edificio de tan escasa altura.
El interior de la Torre Bellesguard
El vestíbulo está decorado con azulejos cerámicos
La Torre Bellesguard consta de semisótano, bajos, principal, piso y un desván dividido en dos niveles. Las tareas del servicio ocupaban el semisótano y la parte menos soleada de la planta baja. En el principal se desarrollaban las actividades sociales (salones y comedor) y en el primer piso, las privadas (dormitorios). El desván se reservaba para el lavado y tendido de la ropa. El vestíbulo, ubicado en el cuerpo saliente que queda bajo el pináculo, es la estancia de mayor altura, puesto que alberga la escalera que conduce a las plantas superiores.
Gaudí prescindió de colores y ornamentos y mandó revestir con yeso y pintura de cal la estructura de ladrillo. El blanco puro de las paredes de la Torre Bellesguard realza las formas onduladas y redondeadas, llenas de reminiscencias mudéjares, de los techos y los vanos interiores, ayudado por la intensa luz que penetra con vigor a través de los ventanales, creando sugestivos juegos de claroscuro.
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