¿Qué es La Pedrera?
Situada en el Paseo de Gracia, en el corazón del Ensanche de Barcelona, La Pedrera es el último edificio de viviendas que proyectó el arquitecto Antoni Gaudí antes de dedicarse en exclusiva a la Sagrada Familia. La casa se construyó entre 1906 y 1912, coincidiendo con la época de madurez de Gaudí, que se inspiró en las formas de la naturaleza para crear una de las obras más sugerentes de la arquitectura modernista.
Criticada en su época por su excesiva originalidad, La Pedrera (también llamada Casa Milà) fue declarada Patrimonio Mundial de la Unesco en 1984. Tres años después, abrió al público, y desde entonces ha sido visitada por millones de personas deseosas de descubrir el genial universo de Gaudí.
Historia de La Pedrera
Pere Milà y Roser Segimon eran una pareja de clase alta que, como la mayor parte de las familias acomodadas de Barcelona, deseaba vivir en el Paseo de Gracia, paradigma del esplendor burgués. El señor Milà era un dandy, promotor de prensa y propietario de la plaza de toros Monumental de Barcelona. La señora Segimon era una joven viuda. Su primer marido, un indiano 38 años mayor, le había legado una fortuna.
Tras contraer matrimonio en 1905, la pareja invirtió parte de la herencia en la compra de un solar en la esquina del paseo con la calle de Provença, y lo puso en manos de Antoni Gaudí, que por entonces estaba completando la celebrada reforma de la Casa Batlló, cuyo promotor era socio del padre de Milà. El arquitecto catalán proyectó La Pedrera como un gran inmueble con bajos y cinco plantas y, como era costumbre, reservó a la pareja toda la superficie del principal, más de 1.300 metros cuadrados.
Pronto, sin embargo, empezaron las diferencias entre Gaudí, que a los 54 años y en plena madurez creativa exigía trabajar con total libertad, y los promotores, disconformes con los excesos presupuestarios del arquitecto y con muchas de sus arriesgadas ideas constructivas y decorativas. Tampoco la sociedad parecía preparada para una obra tan osada: la prensa de la época está repleta de ejemplos de las chanzas que provocó el edificio de Gaudí. Pese a esa incomprensión inicial, La Pedrera –“cantera” en catalán, mote que recibió la Casa Milà por su fachada pétrea– significa la culminación del personal estilo que el genio había ido puliendo en obras anteriores.
Las fachadas de La Pedrera, Barcelona
La Pedrera cuenta con tres fachadas que dan al Paseo de Gracia, al chaflán y a la calle de Provença. Todas combinan robustez y dinamismo, dos conceptos en principio opuestos, pero que se mezclan armonizando la solidez de la piedra con la fluidez de las ondulaciones, la sinuosidad de los balcones y la irregularidad de sus 150 ventanas.
Con 30 metros de altura, los 84 metros de extensión se reparten de modo desigual. La fachada más larga de La Pedrera, con 43,35 metros, se ubica en la calle de Provença, mientras que las otras dos ocupan unos 20 metros cada una. El conjunto se ve unificado por medio de secuencias horizontales que se sitúan entre cada una de las plantas.
Las fachadas están construidas con piedra de Vilafranca del Penedès y del Garraf. Su característico color blanco crema sufre constantes mutaciones, tanto a lo largo del día como en las diferentes estaciones del año. Estos cambios se deben al desplazamiento del sol que, junto con la textura de la piedra, genera una sensación de movimiento.
Los accesos de La Pedrera
Gaudí concibió para la planta de acceso a La Pedrera una arquitectura ágil y dinámica que permite que el paso de un espacio al siguiente sea fluido y natural. Para ello proyectó dos grandes portales de entrada, trabajados en hierro forjado y vidrio, que dejan ver el interior y facilitan la comunicación con el exterior. Una vez dentro de la casa, los vestíbulos y los amplios patios actúan como zonas de transición entre la calle y las viviendas.
El arquitecto organizó toda la planta baja de La Pedrera alrededor de los dos patios centrales, que se idearon con el objetivo de ofrecer iluminación natural y ventilación a las viviendas y, a la vez, agrupar la circulación que conecta las diferentes plantas del edificio. Pero, sin duda, uno de los conceptos más revolucionarios para la época fue proyectar el acceso principal de las viviendas de alquiler a través de ascensores y reservar las escaleras como acceso auxiliar y de servicio.
El interior de La Pedrera: las viviendas
Las plantas de viviendas de La Pedrera se organizan alrededor de un concepto del espacio innovador y de una nueva forma de entender la arquitectura: se trata del sistema de planta libre, con el que Gaudí levanta los pisos y se anticipa a las edificaciones de su tiempo.
Gracias a esta innovación, toda la casa se sostiene mediante una estructura de columnas, jácenas y vigas –metafóricamente similar a un esqueleto– que permite a Gaudí eliminar los muros de carga y así distribuir las plantas y el interior de las viviendas con gran libertad y flexibilidad. De hecho, todas las plantas tenían configuraciones diferentes y todas las viviendas ofrecían una diversidad y variabilidad inexistentes hasta el momento, ya que las paredes de los pisos no sólo podían estar colocadas en cualquier sitio, sino que también podían modificarse, moverse y cambiar de función.
Tras esa innovación subyace una intención funcional, ya que Gaudí quería facilitar las posibles transformaciones futuras de las viviendas de La Pedrera: es decir, que pudieran evolucionar y amoldarse a las necesidades de los sucesivos inquilinos y propietarios.
El desván
Gaudí aborda la última planta, el desván, como una gran pieza de coronación de La Pedrera, tanto desde el punto de vista plástico como desde el funcional, de manera que dota esta planta de un sistema arquitectónico propio y de unas formas singulares claramente marcadas. Se trata de una construcción independiente de las restantes plantas de viviendas, una estructura por encima de otra estructura y un espacio con diferente cometido y personalidad.
Gaudí concibe el desván de La Pedrera como una cámara de protección del edificio frente a las temperaturas extremas, tanto del verano como del invierno, una solución termorreguladora que se inspira en el modelo de la buhardilla catalana, habitual en las masías y en las casas solariegas.
Sin embargo, en lugar de construir esa cámara aislante con paredes y vigas de forma tradicional, el arquitecto proyecta 270 arcos de ladrillo, de diferentes alturas y anchuras, pero todos ellos parabólicos, es decir, similares a una curva abierta y simétrica respecto de un eje. Además, estos arcos, sobre los que se sustenta la azotea de La Pedrera, crean en el desván una secuencia ondulada y cargada de movimiento.
De este modo, ese espacio emerge como una planta libre y continua, sin muros ni columnas que reduzcan la fluidez, cuyos arcos sugieren un espacio orgánico como el interior de un gran animal.
La azotea de La Pedrera
Gaudí despliega en la azotea toda su capacidad creativa y expresiva, transformando este espacio, que a principios del siglo XX apenas se consideraba a la hora de proyectar un edificio, en un universo de formas, siluetas y texturas originales que trascienden la arquitectura y se convierten en una obra artística.
Desde el punto de vista formal, la principal intención del arquitecto era que la azotea rematara el edificio en armonía con los ritmos ondulantes que caracterizan a la fachada. De ahí que la terraza, compuesta por secciones de volúmenes diferentes, ascienda y descienda generando distintos niveles comunicados por escaleras que varían en número de escalones, tamaño y forma.
Esta estructura escalonada corresponde a las alturas desiguales que tienen los arcos del desván, sobre los que, precisamente, se asienta la azotea. Además, Gaudí resuelve las funciones necesarias de la terraza agrupando y organizando el conjunto de elementos de esta planta: las salidas de escaleras, las chimeneas de La Pedrera y las torres de ventilación.
Transformadas en construcciones escultóricas, estas fantásticas figuras han sido interpretadas de diversas maneras y relacionadas con distintos aspectos simbólicos a lo largo del tiempo. Así, el arquitecto, al combinar arte y arquitectura, crea un ambiente único, extremadamente sugerente y evocador.
El libro para recorrer cada rincón de La Pedrera
La Pedrera (Casa Milá) fue la última obra civil de Antoni Gaudí, y causó en su época una gran polémica debido a su original aspecto. Gaudí se inspiró en las formas de la naturaleza para crear La Pedrera, en un edificio que une estética y funcionalidad evocando el movimiento de los seres vivos.
Este libro sobre La Pedrera propone un recorrido visual completo por el edificio de Gaudí, con el que el lector podrá descubrir en detalle el interior y el exterior de la Casa Milá. Editado por Dosde, el libro incluye numerosas fotografías e ilustraciones 3D realizadas en exclusiva para este libro.