Historia de las Bodegas Güell
En 1874, el industrial Eusebi Güell adquiere una gran finca de 825 hectáreas al sur de Barcelona, en una zona costera muy accidentada entre Sitges y Castelldefels, con la intención de canalizar hacia la capital un manantial subterráneo y explotar unos viejos viñedos y una cantera de piedra caliza. En 1882, Güell encarga a Gaudí el proyecto de un pabellón de caza para invitar a sus amigos a la finca.
No obstante, la idea del arquitecto, con rasgos similares a la Casa Vicens, la Finca Güell y El Capricho, jamás llegó a construirse. Trece años más tarde, en 1895, Güell encomienda a Gaudí otro proyecto –unas bodegas– en el mismo lugar, un aislado núcleo encajado entre el mar y el macizo del Garraf. Con la ayuda de su colaborador Francesc Berenguer, el artista diseña un edificio muy original, con forma de prisma triangular y cubierta a dos aguas en fuerte pendiente, a modo de tienda de campaña.
Esta apariencia angulosa y el empleo de piedra de la cantera aledaña permitieron que el complejo de lo que serían las Bodegas Güell se convirtiera en una línea más en el rocoso paisaje, perfectamente integrado en el árido emplazamiento, a escasos metros de la playa y al mismo pie de los contrafuertes del macizo. La creación de la cementera Asland, en 1916, borró parte del atractivo de la zona, y la plaga de filoxera, que arrasó los viñedos en 1936, acabó de sentenciar la actividad bodeguera, aunque la obra arquitectónica, hoy en día, conserva su belleza original.
Unas bodegas con vivienda y capilla
Güell encargó a Gaudí un edificio multifuncional, en el que debían convivir la vivienda familiar, el alojamiento para los invitados a las cacerías, la capilla y las bodegas en donde madurar el vino producido por el promotor. El empresario tendría presencia en toda la biografía de Gaudí, al que encargó numerosos proyectos que llevan su nombre, como el Palau Güell o el Park Güell.
El arquitecto respondió al encargo diseñando una sorprendente distribución de cinco plantas, en la que los dos subterráneos se destinaron a las bodegas, cuyo único contacto con el exterior era el acceso para el transporte y dos respiraderos de ventilación, a fin de que el vino madurara en ausencia de luz natural y protegido por gruesos muros.
Los bajos de las Bodegas Güell albergaban las cocheras y las estancias del personal de servicio, con dos escaleras, una interior y otra exterior, que conducían a la primera planta, habilitada como vivienda para la familia o alojamiento para los invitados a las cacerías. En lo más alto, la segunda planta, ya muy estrecha a causa de la forma del edificio, se encuentra la capilla, uno de cuyos extremos se abre al mar en un mirador a modo de logia.
El exterior de las Bodegas Güell
El conjunto de las Bodegas Güell del Garraf ocupa un espacio rectangular cuya superficie disminuye a medida que se sube de nivel. Gaudí hizo que la cubierta de piedra se convirtiera en muro y envolviera todo el edificio hasta llegar a ras de terreno. Al contrario que en otros proyectos, como El Capricho o la Casa Vicens, Gaudí apostó en las Bodegas Güell por un solo material de revestimiento para todo el edificio: la piedra caliza gris del Garraf.
Con esa elección, el arquitecto consiguió una total integración del conjunto en el paisaje, un mimetismo que se acentúa con las formas del edificio, tanto el prisma triangular esencial como los cuerpos añadidos (el campanario, las chimeneas, el matacán y las terrazas).
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